Embarcada en la vida de un mazazo,
surcando océanos de dolor,
sin poder bajarme en ningún puerto.
La primera en recibir las tormentas
con las manos atadas
¡torpemente pegadas a mi cuerpo!
Si pudiera siquiera usarlas una vez,
y secarme la sal de los ojos.
¡Podría ver!
no sólo mirar hacia adelante.
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